ARGENTINA

La noche de los bastones largos: a 55 años de la caída del último bastión de luz de la Argentina

Este hecho desató una profunda crisis científica y cultural en el país.
jueves, 29 de julio de 2021 · 15:30

El 29 de julio de 1966, la dictadura del general Juan Carlos Onganía llevó a cabo una de las represiones más condenables de la historia de Argentina. Conocida hoy como “La Noche de los Bastones Largos”, se trató de una intervención militar a las universidades del país, y retrató claramente la oscuridad que desde hacía meses asolaba a la nación.

El nuevo gobierno dictatorial buscaba progresivamente extender su brazo militar hacia todos los sistemas de organización independientes de la nación, a fin de desbaratar cualquier posibilidad de resistencia temprana o futura; así fue como, después de intervenir a la Policía Federal, organizó la intervención de las universidades públicas del país, que funcionaban de manera autónoma desde la Reforma Universitaria de 1918.

Apenas un mes antes, el 28 de junio de 1966, el teniente general Onganía lideró un golpe de estado que derrocó al gobierno democrático del presidente Arturo Illia, e inició un proceso dictatorial autodenominado como “Revolución Argentina”.

Poco antes de La Noche de los Bastones Largos, Onganía decretó no solo la intervención de las universidades nacionales, sino que exigió la “depuración” de los diversos centros de estudios de posibles opositores a su nuevo régimen dictatorial. De esta manera, llegó la noche que habría de transformar a la Argentina en una zona de persecución e intolerancia académica, y que sumiría al país en uno de los momentos de mayor oscuridad de toda su historia.

Onganía fue depuesto en el 8 de junio de 1970 por la Junta Militar.

 

La reunión del consejo de Ciencias Exactas, el decano y el allanamiento

Ante el decreto gubernamental que suprimía toda autonomía universitaria, el decano la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el Dr. Rolando García convocó a una reunión de emergencia del Consejo Directivo a la cual acudieron autoridades, profesores y estudiantes.

Durante la sesión, los presentes votaron en contra de la decisión de someterse a las órdenes del Ministerio de Educación, controlado por el nuevo Gobierno. Tras la votación, comenzaron a esparcirse los rumores de que la policía se dirigía hacia la Facultad, situada en la calle Perú N ° 222 de la Capital Federal.

Entre escepticismo, llamados a la rebeldía y una justificada sensación de ansiedad, las más de 300 personas que sesionaban en el foro abierto decidieron permanecer en el edificio y resguardar al menos los espacios físicos de su segunda - y a veces primera- casa. Así, se hicieron las 22 horas, momento en el que comenzaron a escucharse a la distancia las sirenas de los camiones de la policía y el ejército.

Fuente: (Canal Encuentro)

Minutos más tarde, cientos de funcionarios rodearon el edificio y ordenaron la inmediata evacuación de los espacios universitarios. Ante la resistencia de los cientos de estudiantes tan atemorizados como comprometidos con su causa, comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas por las ventanas y forzaron hasta reventar las puertas que resguardaban uno de los pocos espacios de la Argentina aún no alcanzados por el brazo militar.

Al ingresar, los oficiales golpearon y empujaron a los estudiantes sin importar sexos o actitudes. Armados con largos bastones repartían la justicia que las dictaduras militares saben administrar.

Los pasillos donde se debatían teorías físicas y cálculos matemáticos, donde se compartían mates, y donde más de una vez nació algún nuevo amor, se llenaron de alaridos, sangre, gritos con voces de cuarteles militares y negros bastones largos.

Ante la contundente arremetida, el decano García, que entonces se hallaba acompañado por el vicedecano Manuel Sadosky, salió y dijo al oficial que dirigía el operativo:

¿Cómo se atreve a cometer este atropello? Todavía soy el decano de esta casa de estudios.  

Tras esto, uno de los oficiales tomó su largo bastón y lo golpeó en la cabeza. El decano cayó y, con brotes de sangre que bajaban de su frente, se levantó y, ante la mirada atónita de estudiantes y oficiales, repitió su exclamación. En respuesta recibió otro bastonazo similar.   

García (1919-2012) era profesor, físico y meteorólogo.

 

Las consecuencias de La Noche de los Bastones Largos

Allanamientos similares se repitieron en todas las facultades de todas las casas de estudios públicas del país durante La Noche de los Bastones Largos. Más de 400 personas fueron detenidas por la policía militar. Decenas de laboratorios científicos terminaron destruidos y un número similar de bibliotecas corrió con la misma suerte. La oscuridad había conquistado el último bastión de luz.

Poco a poco, el gobierno militar de Onganía desmanteló los proyectos de reformas universitarias y aplicó un estricto régimen de censura en los contenidos de enseñanza superior. Se despojaron las bases de investigación y docencia y sumió a la Argentina en un periodo considerado por algunos historiadores como de “decadencia cultural y académica”.

Quino caricaturizó a Onganía y criticó su persecución contra la libertad de pensamiento.

Un total de 301 profesores universitarios emigraron, 215 de los cuales eran renombrados científicos. 166 partieron a universidades latinoamericanas, principalmente de Chile y Venezuela; 94 se insertaron en casas superiores de Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico; los 41 restantes viajaron a Europa.

En julio de 2005 la Federación Argentina Universitaria entregó diplomas de reconocimiento a los 70 profesores universitarios que debieron renunciar a sus cátedras en la Facultad de Agronomía de la UBA.

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