ENTREVISTA MINUTO ARGENTINA

“Necesitamos océanos sanos y libres de amenazas para las ballenas”: Roxana Schteinbarg, ICB

La coordinadora del programa de conservación de ballenas del ICB nos contó en entrevista por qué es tan importante proteger a estas especies.
jueves, 14 de julio de 2022 · 13:59

El Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) es una organización civil sin fines de lucro que, por más de 25 años, se ha dedicado a promover, a través de la investigación y la educación, la conservación de las ballenas, en particular de la franca austral.

El Instituto de Conservación de Ballenas nació luego de conocer el proyecto que desarrollaba con la ballena franca austral en la Península Valdés el doctor Roger Payne, biólogo y fundador del Ocean Alliance, y del interés de un grupo de personas, entre ellas, Roxana Schteinbarg, fundadora del ICB y coordinadora del programa de conservación de ballenas de la organización.

El doctor Payne había descubierto que las ballenas francas australes se pueden identificar a partir del patrón de callosidades que tienen en su cabeza, con lo cual inició un programa de fotoidentificación de las ballenas, lo que inspiró Schteinbarg y a otras personas a seguir sus pasos y a apoyar su labor desde el Instituto de Conservación de Ballenas.

Roxana Schteinbarg, cofundadora del ICB. Foto: cortesía ICB.

Sin embargo, en medio de las investigaciones que comenzaron a realizar se dieron cuenta de que había mucho que hacer en el campo de la educación y en la incidencia de políticas públicas, como comentó la coordinadora del programa de conservación de ballenas en entrevista para Minuto Argentina.

De esta manera, y ante la inminente necesidad de tomar acción para promover, desde distintos ámbitos, la protección y conservación de los cetáceos, la organización poco a poco creció y, después de tantos años de labor, se ha convertido en uno de los principales referentes de conservación a nivel nacional e internacional.

Apoyados siempre en la investigación científica, el ICB ha logrado promocionar, a través de diferentes programas educativos, estrategias locales y regionales para la conservación de las ballenas y, en especial, de la franca austral.

En general, los cetáceos son indispensables para los ecosistemas marinos, ya que ayudan a mantener la salud de los océanos; esto debido a que sus heces son ricas en hierro, nitrógeno y otros nutrientes, que actúan como fertilizantes en el mar, lo que a su vez ayuda a aumentar la producción de algas y otros organismos que son usados como alimento por cientos de otras especies.

Para el caso de Argentina, las costas nacionales son una de las áreas de cría y reproducción de la ballena franca austral más importantes del hemisferio sur, lo que sin duda es vital para su conservación, pues, antes de recibir protección en 1935, estuvieron a punto de extinguirse debido a la pesca industrial indiscriminada.

Incluso el nombre "ballena franca" ("right whale" en inglés) proviene de los balleneros estadounidenses que las nombraban así, porque las consideraban como las ballenas correctas para matar.

La organización monitorea a las ballenas. Foto: cortesía ICB.

Aunque hoy son pocos países los que continúan con la pesca de cetáceos, existen otras amenazas que las tienen en riesgo, entre ellas, la contaminación, los enmallamientos en redes de pesca, las colisiones con barcos, así como la contaminación química y acústica. 

Asimismo, el cambio climático se ha convertido en una de las principales amenazas para estas especies, ya que en la medida en que los océanos se calientan y los glaciares se derriten, se afecta su fuente de alimentación, en especial el kril.

Estos crustáceos se reproducen en las zonas antárticas y una parte de su proceso reproductivo se desarrolla bajo los casquetes de hielo, por ello, si los glaciares se derriten, hay menos kril, y a su vez menos fuente de alimento para las ballenas, según explica la especialista en entrevista para este diario.

La contaminación destruye los ecosistemas marinos.

“Esto es muy grave, nuestros estudios demuestran que las ballenas tienen una fidelidad a las áreas de alimentación. Las madres les enseñan a sus crías dónde alimentarse. Cuando inician su vida como juveniles independientes van a esas mismas zonas donde les enseñaron sus madres y, si por cambio climático o por la pesquería de kril, no encuentran alimento, no tienen posibilidad de sobrevivir”.

Aunque el cambio climático es un riesgo para estas especies, paradójicamente los cetáceos también ayudan a reducir los efectos negativos del calentamiento global, ya que tienen la capacidad de absorber en su cuerpo enormes cantidades de dióxido de carbono. 

Según datos oficiales, se estima que las ballenas retienen más de 33 toneladas de CO2 durante toda su vida; incluso muertas, sus cuerpos permanecen en el fondo de los océanos con todo ese dióxido de carbono. En otras palabras, lo que logra una ballena equivaldría a lo que hacen 1.000 árboles, por lo que son grandes aliadas para reducir la crisis climática.

Además, las ballenas en sí son importantes e indispensables para la vida marina y para garantizar el equilibrio en estos ecosistemas. Por ello, a través de los distintos programas que adelanta la organización, pueden identificar cuáles son estas amenazas y promover distintas estrategias para garantizar su conservación.

Varios de estos proyectos son adelantados por el ICB de manera colaborativa con otras instituciones nacionales e internacionales, donde trabajan, por ejemplo, en el aumento de la superficie y efectividad de áreas marinas protegidas, ya que “hoy es clave proteger los hábitat críticos”, según refiere Schteinbarg, en diálogo para este diario.

Además, trabajan en la mitigación de amenazas como la basura marina plástica, sobre lo cual se estima que 12,7 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos cada año, lo que afecta no solo la vida marina, también la humana.

Sus proyectos son todos a largo plazo. Foto: cortesía ICB.

En relación al tema, el ICB adelanta un proyecto de economía circular para recuperar las redes de pesca cuando cumplen su vida útil, a fin de prevenir que terminen en los océanos, y capacitan al sector pesquero sobre los riesgos de la contaminación que generan los residuos plásticos en las actividades de pesca.

Asimismo, la organización, a través de la investigación, busca dar a conocer los riesgos de la exploración hidrocarburífera en el mar argentino, pues las áreas donde se adelantan licitaciones son muy importantes para las ballenas y otras especies.  

La exploración sísmica es riesgosa, ya que genera altos niveles de contaminación auditiva. Incluso expertos refieren que “constituye el segundo mayor contribuyente de ruido subacuático detrás de las pruebas militares y nucleares”, lo que genera afectaciones físicas en las ballenas y hasta puede causarles la muerte. Esto sin contar los daños irreversibles que podría generar un derrame de petróleo.

El equipo usa técnicas no invasivas para la identificación de las ballenas. Foto: cortesía ICB.

De igual forma, el Instituto participa activamente en foros internacionales como la Comisión Ballenera Internacional, donde promueven que todos los países de la región tomen acción frente a la protección de estas especies, pues es urgente garantizar su conservación, de lo contrario, terminarán por extinguirse, como muchos otros animales.

En cuanto a cifras, la especialista refiere que antes de la pesquería industrial, se documentaban entre 70 mil  y 80 mil ballenas francas australes en el hemisferio sur, pero, debido a las diferentes amenazas que enfrentan, la población puede rondar entre 18 mil actualmente, mientras que las registradas por la organización son unos 5.500 individuos.

Por ello, Schteinbarg destaca que para conservar las ballenas también es necesario promover la protección de todos los recursos naturales, pues está todo conectado y se necesitan océanos sanos para garantizar la supervivencia de estas y todas las especies marinas, incluso la humana.

 

El viaje migratorio de Electra

A través de Siguiendo Ballenas, otro de los proyectos que adelanta la organización, se logró documentar por primera vez el viaje migratorio completo de una ballena franca austral, Electra, quien estaba acompañada de su cría.   

Electra fue una de las 18 ballenas francas australes a las cuales el año pasado se le colocaron dispositivos satelitales mientras se encontraban en Golfo Nuevo en Península Valdés, Chubut. Gracias a ello, se pudo registrar que después de un recorrido  de 18.087 kilómetros, había regresado a la Península Valdés.

Este registro no solo es importante para la organización, sino para la conservación en sí, ya que conocer en detalle los recorridos migratorios de las ballenas permite identificar cuáles son los hábitats que se deben proteger.

Proteger a las ballenas significa salvar los océanos.

En consecuencia, por Electra y por el resto de ballenas francas australes en Argentina y en el mundo, el ICB continuará su labor con el ánimo de lograr un mayor cambio en pro de la protección de estas especies, ya que, como señala la especialista, esta es “una misión que nunca se termina”.

A razón de esto, el Instituto tiene diferentes campañas de colaboración, con las cuales cualquier ciudadano puede realizar un aporte, lo que le permite a la organización continuar con sus programas.

Una de estas campañas se denomina ‘Adopta una Ballena’, por medio de la cual, con una donación mensual, se puede apoyar la protección de las ballenas desde cualquier lugar del mundo.

Los interesados pueden elegir una ballena para adoptar, entre el grupo de cetáceos que previamente el ICB ha seleccionado entre sus 5.000 individuos registrados; cada una, como señala Schteinbarg, con su “ballenidad”, pues, además de que todas tienen características únicas y particulares, también cuentan con su propia historia de vida.

Entre algunas de estas ballenas se encuentran Mochita, quien lleva este nombre porque le falta la punta derecha de su aleta caudal (de la cola), Valentina, quien es la fundadora de una familia que ha crecido por cuatro generaciones, y también está Nube, que es la ballena más joven del programa.

A través de esta ayuda no solo se garantiza la permanencia de la organización, sino que se puedan hacer más estudios y campañas para proteger a estas especies, pues, como señala la especialista, pese a lo mucho que han logrado, “se necesita mucha más conciencia, mucha más educación y entender que nuestra vida depende de un planeta sano", por eso es urgente comprender que "entre todos tenemos que lograr salvar al planeta".

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