Cinco secretos para podar con éxito los rosales en invierno

Eran las plantas que abundaban en los parques antiguos de las grandes quintas o en los pequeños jardines que daban a la calle de las casas bajas de los barrios porteños. Aunque se impone una moda más minimalista y despojada en materia de paisajismo, los rosales son una alternativa para dar color y fragancia a nuestro espacio verde.

Pero más allá de esto, esta aromática planta requiere de ciertos cuidados, sobre todo en la poda, para que pueda florecer con todo su aroma y sus bellos colores.

Entre los especialistas en jardinería se considera como fundamental el cuidado y la poda para que los rosales florezcan desde finales de octubre hasta junio, en sus distintos tonos y variedad.

Para poder tener en el jardín algún rosal es imprescindible conocer cuál es su género: aquellos que dan flores de colores más exóticos deben estar lejos de los lugares donde reciban mucha luz y es preferible ubicarlos en una zona de semisombra. Por su parte, aquellas plantas que dan flores rojas, rosadas y blancas son las que más se adaptan a todo tipo de condiciones.

Respecto a la poda, los expertos recomiendan hacer dos al año: una, entre octubre y mayo, para poder mantenerlo en buenas condiciones y la que se hace en invierno, que tiene la función de que la planta renueve sus hojas y sus tallos.

Luego de que florece en primavera, hay que podar para que la fuerza que la rosa usaría al generar la semilla, ayude a generar una nueva flor, según sostienen los mayores especialistas en la materia. 

Con menos hojas, mejor

Un detalle importante que mencionan los profesionales es que los rosales tienen una cantidad de hojas impar: 3, 5 o 7 por rama. Para podarla habrá que realizar el corte a la altura en que tiene 5 hojas.

Sobre ellas hay una yema que producirá flor y que logra despertarse con la poda. En invierno, todas las yemas están a la misma altura. Para trasplantar en cambio, habrá que esperar a octubre, nunca en el verano.